2006-09-19

Por la noche.

Dice que no ha visto mi llamada perdida. Que cómo estoy, con voz suave y dispuesta quizás a decantarse hacia la ternura. Tengo la oportunidad de capear, de dejarlo correr. Pero no lo hago. Intento ser firme pero hacerle entender lo dolida que estoy, lo incrédula todavía...

No hay frutos. Lágrimas, muchas lágrimas. Gritos suyos -hasta el punto de que en el mayor de ellos le cuelgo, luego le vuelvo a llamar-. Y girando y girando, cada uno en sus trece.
Él, que por qué le hago esto, que le estoy presionando mucho, que le exijo que sea alguien que no es; está destrozado.
Yo, que a cada paso tengo que preguntarme qué está pasando, por qué me dice esas cosas, si no estaré equivocada... intentando no arriar bandera, reivindicarme, mantener claro mi punto de vista y no dejarme arrastrar por una más de tantas marejadas de emociones negativas que ha habido entre nosotros. Le digo que no intento que sea otro: que sólo quiero que sea él mismo, mejorándose. Que no puede resignarse a que "él es así", que hace ya años que dejó de ser juguete de sus circunstancias familiares, que es él mismo quien hace invencibles sus fantasmas... que busque ayuda...
Yo también estoy destrozada. Pero, por lo menos, no estoy humillada como estaría si me hubiera plegado a la situación y hubiera dejado de defender mi derecho a sentirme extrañada, dolida, humillada, porque él se defina a sí mismo como incapaz de admitirme ni siquiera a mí en su territorio íntimo sin empezar a descargar negatividad.
¿Estoy "presionándole" porque me planto en esto?
¿Que "por qué le hago esto"?

Ha llegado un momento en el que le he pedido que lo dejáramos correr por hoy, porque no me sentía capaz de más. Él se ha precipitado a entender que yo quería que dejáramos correr "lo nuestro". Yo me refería a la conversación.
No es la primera vez que lo hace, ni la segunda, ni la tercera; ha habido ya demasiadas de estas situaciones en las que una gran debacle sirve para cerrar una crisis, hasta ahora marcada por sus bajones cíclicos; y en cada una de esas ocasiones me ha dado la impresión de que esperaba casi con alivio que yo decidiera cortar nuestra relación. Incluso he llegado a plantearme si no estaba intentando forzarme a ello, sobre todo en esta última discusión.

No me apetecía nada sentarme a escribir esto, pero me he obligado a hacerlo, porque me conozco y sé que mi memoria de pez y mi cobardía emocional querrán borrarme la claridad con la que siento ahora mismo mi posición. Quiero poder recordar las frases que se dijeron; para eso dejo este guión.

No sé qué va a pasar. Tengo la sensación de que esta pareja se terminó y que nunca encontraré otro con el que sintonice tan perfectamente... pero, por favor, que se me ahorre la psicología Instant. Ya lo sé: etcétera, etcétera. Pero es lo que hay, es así como lo siento.
...
Dios. He releído este post y es tan típico...

2006-09-17

Me conozco bien.

Veo que he escrito la entrada antes, para forzarme a no olvidar, a no dejar pasar... so pena de sentirme muy avergonzada de mí misma cuando lea aquello más adelante.

No olvidar. Esa es una de las misiones fundamentales de este diario exhibicionista de público reducido.
Sois mis neuronas.

Ni una semana, ni un día

Estoy muy desconcertada. R me ha dicho algo... que pienso que es incompatible con una pareja. Pero lo mantiene. No sé qué hacer.

Es gracioso lo de "incompatible con la pareja". Me recuerda esos comunicados médicos tan risibles que hablan de "lesiones incompatibles con la vida", en vez de "heridas mortales". ¿Sintomático?

Hoy al mediodía, en el Vienés. Una conversación trivial, o por lo menos no trascendental. Una posibilidad de alquilar mi casa por un precio simbólico a una familia amiga durante uno o dos años, en un futuro hipotético. ¿Y tú dónde te ibas a meter?, pregunta. ¡Pues no sé!, respondo sonriendo, aquí y allá, una temporada con mi madre, bastante más improbable con mi padre, o con mis hermanos... alguna temporada contigo...

- ¡Conmigo no! Ni una semana, ni un día.

Me sorprende su plante. Lo explica como parte de su personalidad, dice que se pondría negativo y acabaríamos muy mal. Que no, que no.
Lo hablamos, y lo cierto es que no es una discusión. En realidad, le digo, es parte de como somos: yo también me planteo la posibilidad de irme a vivir y a trabajar en otro lugar, en otro país, a pesar de estar él y yo juntos.
El encuentro acaba bien.

Pero, una vez disuelto el tête-à-tête en el Vienés...
Sola, en mi casa, la tarde no se desarrolla como esperaba. En lugar de echar una soberana siesta, estoy nerviosa, veo más y más capítulos de la serie emulera de turno, bordo. Levanto el culo, me muevo por la casa, me siento. Empiezo a fregar los cacharros de hace mil años, que empiezan a desarrollar vida propia en la cocina.
Y ahí ya me doy cuenta de que, entre la niebla mental, empieza a concretarse una imagen, unas palabras.
La maldita frase: "Ni una semana, ni un día".
No puede ser verdad.
No puede ser literal.
Pero no lo decía como si fuera una frase hecha.
Me reconcome. Mi independencia es para mí de las cosas más preciadas en mi vida, y no me imagino compartiendo mi espacio vital con nadie indefinidamente, ni siquiera por una temporada medianamente prolongada... pero, ¿"ni una semana, ni un día"?
No lo decía de bromas, pero ¿lo decía en serio?
Y vuelve el fantasma de mi conformidad, de mi incapacidad de enfadarme a tiempo, de plantarme.
Llego a la conclusión de que, probablemente, ... es incompatible con el respeto por mí misma el dejar pasar esto.

Me llama al cabo de la tarde. En un principio no entro al trapo de la cuestión que se ha adueñado de mi cabeza, pero al fin lo hago. ¿Era literal?
Pues, me contesta, ... sí.

Lo mantiene. Lo argumenta. Es como es él, es como es su relación con la gente. Pero, le respondo, no suponía que yo estuviera dentro del rango habitual de "soportabilidad" de la gente en general.
Lo mantiene.
Lo argumenta.
No lo veo razonable.
El diálogo traza círculos durante un rato demasiado largo.

Me parece que es mejor que lo dejemos correr hasta mañana, para ver qué poso me deja la noche. Se anticipa a suponer que mañana no voy a querer estar con él. Me molesta. Me molesta su predisposición a verse y a ponerse teatralmente solo en el mundo... la figura sombría con la melena al viento que se aleja por la calle desierta, a contraluz. Pero no se lo digo.

Ahora pienso que no me estaré demostrando ningún respeto a mí misma si admito esto en mi pareja.
Pero sé que se atisba el orgullo de no vernos, de no verme, "típicos"; de regodearme en que somos, en que soy, "diferentes" de la masa. Tan independientes. ¿Es patético? ¿Es la realidad? Es una realidad patética, probablemente.
Él plantea su posición como parte de su espinosa experiencia vital, durísima sin duda.
Yo... quiero respetarlo, pero en el fondo no soy capaz de ver esa postura tan extrema como algo razonable dentro de lo que es una pareja.

"Ni una semana, ni un día".

¿Qué pensaré mañana?

2006-09-07

Grizzlys perdidos en el espacio


Me inquieta el documental "Grizzly man"...
No es halagador verse reflejado en este hombre, inseguro hasta la náusea, centrado en si mismo y en su paranoia, autoobservándose compulsivamente, llevando adelante su visión del mundo hasta que éste lo mata... por imbécil, por ajeno a la realidad de las cosas.

Me inquieta la serie de tv "Perdidos"...
A veces los náufragos parecen una sola persona con personalidad múltiple, dividida en sus facetas. Y las personalidades que me dicen algo, tampoco son la alegría de la huerta.
Una huye hacia adelante; otro se protege haciendo como que el mundo no le importa y finge que está solo porque le da la gana y que no le duele; uno come compulsivamente y no puede parar -todavía no estoy como Hurley, pero todo se andará-; la inseguridad de otro y su necesidad de no ser ignorado estropean lo que podría ser una presencia positiva para el grupo...
De estos personajes, creo que ninguno está superando sus rémoras: los guionistas las integran más o menos encantadoramente en su personalidad, y a correr.
Y además, esa sensación, a ratos, de que esto no es real, que podría ser un show de Truman, el sueño de una comatosa... o la fantasía de un loco encerrado en un sanatorio.

Anticipándome: que sí, que estoy bien, bueno, que estoy como siempre. Es que me pongo al teclado y dejo correr la escritura automática.

Y ya que estoy aquí: Diablo, si lees esto, ¿por qué no puedo entrar en tus pensamientos cibernéticos?