¿Queremos ayuda, o sólo buscamos atención?
Es un sentimiento patético al pensar en asomarme a este diario para contar mis sentimientos miserables.
Me siento sola, ¡pues asómate al mundo exterior! ¿Es muy cansado estar nadando todo el rato, sólo para no hundirte? ¡Pues despierta! ¡Es la vida, y ten por seguro que no eres tú la única que se siente así, así que ¿por qué debería nadie sentirse interesado más allá de un fugaz momento de empatía?!
Además, ¡qué desagradable es la gente que sólo busca la palmadita en la espalda! ¿Soy yo así?
Pero si descarto ese tipo de entradas en este blog, ¿para qué mantengo el blog? Porque ese tipo de sentimientos -miserables, sí, es el adjetivo que mejor le cuadra- es una parte importante de mi vida interior en los últimos tiempos.
Diablo:
siempre he entendido -me parece- por qué mantenías tu blog muy aislado de tu vida "pública".
Y, supongo que lo comprenderás, mi reacción era la de cualquiera que se ve dejado al margen de las marejadas más profundas de un amigo elegido -"afinidades electivas", es como "procrastinación", algo sobre lo que hay que leer y pensar y sentir-. Desazón, malestar egoísta, ¡como si uno pudiera hacer algo por borrar esa querencia al abismo en otro, por mucho que lo veamos muy merecedor de ser ligero y feliz!
Pero en los últimos tiempos pienso, y siento, más identificación con el querer descartar esa faceta más oscura de nuestras emociones; por que no se convierta en un protagonista de nuestra relación cotidiana con nuestra familia electa; incluso, por sembrar la duda de si se trata de la misma persona, la que a la luz del día muestra su parte más frívola y la que en las profundidades de la red que nos captura deja escapar sus gases de descomposición negra y húmeda...
¿Tengo que cerrar este blog? No es una llamada para convocar las adhesiones de los que puedan leerlo, personas cercanas y queridas solamente -salvo links-. Es una desazón que me roe últimamente, al pensar de ciento a viento en actualizar este blog... aunque sea para que no me piensen que lo he suicidado.
Releeré este post, y me corroerá la vergüenza de la parte exhibicionista, masoquista, egocéntrica, que nunca me ha gustado de mi personalidad. De la de todo el mundo.
Pero ¿debería fingir que no existe esa faceta? No sería real. Ni creíble. Visto lo visto...
Aprovecharé que acabo de volver a casa, de uno de esos "Jueves de Gloria" últimamente solitarios, en memoria de aquellos jueves verdaderamente gloriosos; en el Kayak, escuchando música que es la que me pondría yo misma si fuera más sana, y si supiera poner música, porque para "poner música" hace falta una cierta intuición o empatía... sintonizar con las vibraciones ambientes.
Y en el Kayak: apechugando con el escozor de reconocer que cuando bebo me pongo (más) impertinente, y en las peores ocasiones agresiva; haciendo propósito de enmienda de esa cerrazón que huye la mirada de la gente, tanto más cuanto más me gustan; sintiendo el mínimo orgullo de haberle llevado la contraria al impulso de no aparecer, de no exponerme, de reprocharme a mí misma la soberbia de la humillación, la paradoja del "hermanito" sanfrancisco que se humilla para merecer el Cielo, sin pensar que al ponerse en último lugar no hace más que buscar el primer lugar en la vida de después, y por tanto merece el Infierno de los soberbios.
Los peces tienen vejiga natatoria: una burbuja de gas que impide que se hundan cuando duermen. El tiburón es el único pez que no tiene vejiga natatoria. Tiene que nadar todo el rato, consciente o dormido, si no quiere deslizarse sin darse cuenta hacia las profundidades donde la presión de la masa de agua sobre él lo aplastará.
Soy un tiburón emocional.
Estoy en una de esas temporadas en las que, de repente, tengo que esconderme porque me asaltan unas ganas repentinas de llorar, que no estoy segura de poder controlar. La experiencia me dice que saldré adelante. Exponerlo aquí, ¿es un paso adelante, o un paso atrás?
Esta noche he enviado por fin a R. un mensaje diciéndole que "necesito" que me devuelva sus llaves de mi casa. No tiene gran cosa que ver, y lo tiene todo que ver.
Quita, gato...