2006-04-19

Dos para hoy - Corrientes subacuáticas.


Es complicado discernir por qué de vez en cuando necesitamos alejarnos de lo que tenemos cotidianamente, aunque sólo sea para alegrarnos y disfrutar cuando volvemos a ello.

Por qué el Jardín Botánico es otra cosa que la realidad de los árboles y el río y las huertas día a día al alcance de la mano. Por qué los troncos de sus árboles son al tocarlos como la piel de elefantes dormidos, que casi la notas respirar bajo tu palma.

Por qué las ideas y los proyectos surgen y se desvanecen al pasear entre plantas que por fin existen más allá de las fotografías de catálogo, y anotas mentalmente -en notas que se disipan como si fueran musicales, ¡memoria acuática!- que tal o cual planta crece contenta en donde falta sol, o que esta pequeña bulbosa de campanillas blancas debe de ser mucho más resistente y tenaz de lo que aparenta, tan frágil, cuando asoma sus cabecitas en todos y cada uno de los parterres.

Verde, verde, rojos y fucsias; iris morados de terciopelo, tan oscuros como advertencias sensuales; Potentillas y Parodias Magníficas -foto para R, esto le va a gustar-; mirlos descarados, una paloma que no es tórtola ni torcaz, gorda y torpe como un dodo. Un árbol de minúsculas rosas, árbol excesivo y desbordante como un tumor perfumado, rosas minuciosas y perfectas y delicadas...

Un reloj de sol con una libélula, hecho en lo que prefiero imaginarme como bronce, que no lo es, pero ¿y qué más da? Quiero verlo en mi modesto balcón, entre las capuchinas.

Y vuelvo a sustraerme a la maravilla madrileña, y regreso a mi cotidianeidad de provincias.
El orgullo de que este año se me vayan a dar tan bien esas pequeñas orquídeas bulbosas, fucsia intenso, tres macetas este año, una familia entera de brotes en cada una. Volveré a Pagoeta algún otro abril... Las recias hierbas de flores efímeras de un azul increíble, me temo que las he perdido, y me apena como si se me hubiera escapado un pájaro. ¿Conseguiré sacar del coma ese potos que me acompaña desde hace tantos años como dura ya mi vida fuera del hogar -hay que llamarlo de alguna forma- familiar -idem de idem-?

Hoy al regar una orquídea le he dado un buen susto a un escarabajo precioso, una joya iridiscente en verde y naranja, grande como la última falange de mi meñique. Con el frío del agua, se ha quedado letárgico por un rato. Movía la cabecita lentamente a un lado y a otro, ¿tienen cuello los escarabajos? Sus patitas de alambre deshilachado en verde neón, en pavo real.
Me pregunto si es una cetonia, y me viene al recuerdo la imagen del Hombre de las Cetonias de Durrell en Corfú, con una nube de escarabajos tornasolados a su alrededor... Lo es, es una cetonia, gracias Buscador de imágenes; gracias, Durrell.

A veces no hace falta viajar, no. Pero crea hermosos paisajes de recuerdos e imaginaciones.